“Blue Moon”: Una preciosa y tristísima postal de un genio perdedor y olvidado

Este año hemos tenido la suerte de asistir a un doble estreno del director Richard Linklater. Primero nos llegó la notable “Nouvelle Vague” que tuvimos la suerte de ver en la última edición del Festival de San Sebastián y ahora nos ha regalado “Blue Moon”, una joya que, en opinión de un servidor, es su mejor película hasta la fecha. En “Blue MoonLinklater vuelve a demostrar que ningún director actual es capaz de enfrascar en pantalla momentos y épocas de la historia. En esta ocasión es capaz de enfrascar en una simple noche en un bar toda la vida de Lorenz Hart (letrista de canciones como Blue Moon o The Lady is a Tramp) en una joya de 100 minutos que, al igual que las canciones y vida del artista, está llena de magia, humor, romanticismo, melancolía y tristeza.

Blue Moon” nos traslada a un bar la noche del estreno del exitoso musical ¡Ocklahoma! (Con exclamaciones sí) a manos de Rodgers (hasta entonces para artística de Lorenz Hart) y Hammerstein donde organizan una fiesta para celebrar el histórico acontecimiento y al que asiste invitado nuestro protagonista. Un Lorenz Hart al que vemos lidiar con sus problemas mentales y de alcoholismo, el segundo plano al que ha pasado en la industria, la infidelidad sufrida por parte de su compañero de trabajo durante tantos años y su miedo inevitable a la soledad y el olvido del artista. Solo la esperanza de lograr esa noche el amor correspondido de Elizabeth, una joven con la que mantiene correspondencia durante un largo tiempo y también invitada a la fiesta, logra mantenerle a flote.

Blue Moon” es la bajada de telón de la vida de un genio  y a la vez una carta de amor a aquellos perdedores y olvidados que reflexiona sobre el miedo a la soledad, la importancia de sentirse amado, la necesidad del artista de trascender, la lealtad en las amistades y el fino filo entre el éxito y el olvido. Todo ello con una mezcla magistral de diversión, romanticismo, melancolía y tristeza gracias a la mano magistral de Linklater, un guión brillante y un absolutamente imperial Ethan Hawke. El actor realiza la interpretación de su vida, un recital antológico de carisma, brillantez, ternura y tristeza que debería suponerle un saco de galardones durante esta temporada de premios. Linklater consigue una puesta en escena tan teatral como precisa, con una ambientación perfecta y una fotografía cálida que, acompaña de la melodía al piano de grandes éxitos de Hart, termina de redondear esta maravilla de película.


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