Existe un término conocido entre la cinefilia conocido como “Película que solo podría hacer Nicolas Cage”. Nos referimos a películas que solo tienen sentido y credibilidad gracias al talento, ganas, fuerza e iconicidad del actor californiano. Pues “The Surfer”, del director irlandés Lorcan Finnegan, no es solo un ejemplo más de la existencia de ese género, sino que es la mejor película hasta la fecha de esas películas que solo Cage podría sacar adelante. Porque “The Surfer”, además de cumplir las dos normas básicas de este género (molar mucho y tener un punto de partida absolutamente descabellado), es una joya absoluta llena de profundidad y emoción.
“The Surfer” nos cuenta la historia de un hombre que viaja con su coche de alta gama junto a su hijo a la playa donde creció para surfear olas e intentar comprar la casa de sus sueños que le ayudaría alcanzar sus aspiraciones vitales de una vida envidiable. Este intento de surfing terminará convirtiéndose en una experiencia de suffering, un juego de palabras brillante como el resto de la película. Nuestro protagonista se encuentra con la negativa de los surfistas locales a que se adentre en el mar. Desde entonces la película se convierte en una pesadilla/alucinaría que crea una atmósfera absorbente llena de western, locura, visiones, recuerdos, violencia, asquerosidad, naturaleza y, para redondear la experiencia, un juego de bucle temporal perfecto.
Toda esta atmósfera ya de por sí magistral, acompañada por una dirección, fotografía y sonido inmersivos, sirve para envolver una historia (plasmada en un guión prodigioso) tremendamente triste y trágica sobre los riesgos del capitalismo y el exceso de ambición, de perseguir esa vida de ensueña que crea, nos promete y a la vez nos prohíbe, de los peligros de la crisis de los 40, de nuestros traumas, del rechazo al de fuera y de nuestro exceso compromiso con la naturaleza…casi nada! Y todo fluye de manera magistral. Para colmo, cuenta con un final perfecto, de los que se quedan en tu memoria, con el que intensificamos toda la reflexión dramática que la película nos ha ido brindando durante todo el metraje, redondeándolo con unas pinceladas de felicidad y reconfortación para nuestro protagonista y nosotros mismos.
Por último, destacar a un, una vez más, histórico Nicolas Cage que no tendrá ningún tipo de mención en esta temporada de premios, pero que realiza una interpretación física, emocional y entregada absolutamente estratosférica que solo él podría haber realizado. Él es el núcleo que une todos los elementos tan espectaculares que tiene la película para conseguir elevarlos y crear una joya superlativa.
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