Danny Boyle y Alex Garland vuelven a unir fuerzas para la inesperada secuela de la película de culto “28 Días Después”. El resultado ha sido una película donde se puede ver el talento visual de Boyle, con algunas escenas apabullantes, con un conglomerado de planos picados, contrapicados, travellings…propios del director, y un guión perfectamente escrito por parte de Garland que actúa como eje de la película gracias a un nivel dramático que eleva la película a niveles difíciles de alcanzar dentro de las películas apocalípticas.
Porque la gran sorpresa y acierto de “28 años después” es lo valiente que es su trama. Centrando el eje de la historia en un coming of edge de un niño que solo quiere curar la enfermedad de su madre, un tema tan universal como desolador, disfrazado de película sobre infectados. El género aquí parece una simple excusa para poder hablar de temas tan potentes como el amor maternal, las relaciones paterno filiales y la muerte. Todo ello tiene su momento culminante en un tercer acto, donde a los personajes de Alfie Williams y Jodie Comer se unen al de un pletórico Ralph Fiennes, en el que es imposible no emocionarte. Toda la película está diseñada para ese clímax emocional donde dirección, guión, interpreciones, fotografía y BSO hacen el resto. Pero cuando aparece el género, es decir, la sangre y lo infectados la crudeza y brutalidad es increíble, y siempre vemos la mano de un Danny Boyle desatado consiguiendo algo que no siempre ha hecho, que todas sus piruetas visuales funcionen y tengan sentido narrativo. Hay una escena que sucede en las aguas abiertas del mar, donde la belleza y la tensión de las imágenes es tal, que no será fácil borrártela de la cabeza.
Por último, no se puede no mencionar el final de la película, una escena anticlimática a todos los niveles que rompe la estética y la solemnidad del resto de la película. Un homenaje a “La Naranja Mecánica” que no deja indiferente y que, aunque todavía no sé si me parece brillante o espantoso, es tan valiente que hay que aplaudir.
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