“Sorda”, Eva Libertad debuta con un ejercicio de realidad, intimidad y emoción

Una de las peores ganadoras al Oscar que se recuerdan fue  Coda, una película que parecía sacada del catálogo de Disney Chanel y que abordaba de manera frívola, superficial, cutre y lacrimógena una discapacidad como es la sordera. Así que, ante el visionado de una película titulada “Sorda” cuanto menos era lógico estar en alerta. Y al contrario que Coda y muchas otras películas que tratan discapacidades, Eva Libertad ha conseguido un retrato tan maravilloso como real, íntimo y demoledor sobre la sordera y las barreras que se siguen encontrando las personas que las padecen.

Porque la mayor virtud de “Sorda” es no ser todo aquello obvio y facilón que podría haber sido en el 90% de manos. Eva Libertad pone y mueve la cámara al hombro sin alardes para simplemente mostrar de manera natural todo lo que esos personajes tienen que contar. Con ello logra un torrente de verdad y emoción al que solo puedes caer rendido. La otra gran virtud de la película es decidir incluir la maternidad como elemento clave de la trama. Nuestra protagonista Ángela, una espléndida Miriam Garlo, sufre tras quedar embarazada debido a la cantidad de barreras y miedos a los que se enfrenta durante el proceso. Desde la incertidumbre inicial de saber si su hija sufrirá la misma discapacidad que ella, pasando por una sociedad para nada inclusiva con estas personas y terminando con los miedos ante no tener una relación plena con su hija. La película refleja muy bien el dolor y miedo de esta madre por no poder conectar con su hija de la misma forma que su padre hablante, por la futura vergüenza que su hija pueda sentir en público al verla signar o por perderse detalles de su vida como su primera palabra. Durante el proceso asistimos a su crisis de relación con su marido Héctor, Álvaro Cervantes nunca ha estado mejor, persona hablante con el que empatizas al verte reflejado en él. Pese a ello, la película gira en su tercio final usando un uso del sonido alucinante y metiéndonos en la piel de Ángela consigue entender perfectamente por lo que está pasando. 

La escena final de “Sorda” es un ejercicio maravilloso de emotividad y sensibilidad, sin necesidad de recursos baratos para aumentar la emoción, con la cual es imposible no soltar alguna lágrima de felicidad. 

Comentarios