“El día que la tierra explotó: Una película de los Looney Tunes”, larga vida a los clásicos

Un servidor tiene la sensación de que la mayoría de series de animación clásicas, con las que crecimos, han fracaso en su intento de llegar a las nuevas generaciones y en su camino se han alejado de aquellos que crecieron con ellas. Las razones principales son su intento de adaptarse al estilo de animación actual, (ordenador, tres dimensiones…) un error absoluto ya que pierde la esencia que las hacía únicas (el ejemplo claro es la última película de Bob Esponja estrenada en Netflix) y la otra razón radica en buscar ser algo más de lo que fueron antaño, unas aventuras sin más objetivo que divertir y emocionar.

Por ello “El día que la tierra explotó” es un auténtico regalo para los fans de los Looney Tunes y de esos dibujos clásicos que convertían nuestras meriendas de infancia en unos momentos absolutamente mágicos y ,además, sirve como producto capaz de captar nuevas generaciones a estos geniales dibujos. Sin perder su esencia estética y tonal nos encontramos en ante una historia en la que el Pato Lucas más alocado y Porky el cerdo más inseguro deben unir sus fuerzas para salvar a la humanidad de una invasión extraterrestre. El guión es un recordatorio de que cuando las cosas se hacen con dedicación y cariño es posible conseguir una historia divertida, emotiva y argumentalmente notable.

El día que la tierra explotó” nos recuerda a las mejores tramas sci-fi clásicas donde tenemos malvados extraterrestres invadiendo la tierra, meteoritos aproximándose al planeta, científicos trabajando a contra reloj y héroes que darían su vida por salvar a la humanidad. Todo ello acompañado del humor típico de los Looney Tunes y de una emotividad y reflexión notables a base de recordatorios sobre la importancia de la amistad y la familia, lo negativo de los prejuicios y la necesidad de conocer, apreciar y tolerar al diferente.

En definitiva una joya que sirve de regalo para los más mayores y los más pequeños que nos recuerda que los dibujos clásicos todavía pueden darnos horas y horas de diversión.

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