Strange Darling, segundo largometraje de J.T Mollner, es una de esas películas a las que merece la pena enfrentarse sin ningún conocimiento previo sobre ella. Un juego del gato y el ratón con una tensión que corta la respiración y lleno de sorpresas. Un soplo de aire fresco dentro del género de terror y, a su vez, dentro del cine en general. Sus dos grandes aciertos se encuentran en dos aspectos ya inventados en el cine pero muy poco utilizados.
El primero de ellos es un uso de un montaje fracturado y desordenado que, por momentos recuerda al visto en Pulp Fiction, funciona de forma impecable ya que consigue despistar al espectador y jugar con él hasta el momento justo de mostrar sus cartas.
El segundo es lo atrevido y controvertido de uno de los mensajes y reflexiones que podemos sacar. La película, de manera muy inteligente, nos recuerda muchos de los miedos y peligros que la mujeres pueden encontrar en su día a día, para así poder adentrarse en el tabú que despierta en ciertos temas la posibilidad de hablar de presunción de inocencia y de no juzgar las cosas en base a la frecuencia de sus conclusiones.
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